El otro equívoco que hay en esta tensión y que para mí es fundamental para el educador estar lúcido y claro frente a él, es el opuesto a esto.
Es decir, reducir la subjetividad a un puro reflejo de la objetividad. Esta ingenuidad significaría que sólo sería suficiente la transformación de la objetividad y al día siguiente tengo una subjetividad maravillosa. La condición humana no es así. La cosa es dialéctica, contradictoria, procesal. Quiero decir que yo sufrí también estas tentaciones y en ciertos momentos caí hacia la subjetividad. Esto significa, filosóficamente idealismo y del otro lado sería el objetivismo mecanicista. Recuerdo, por ejemplo, que en la “Educación como práctica de la libertad” tuve algunos momentos que anunciaban subjetivismo.
Pero este libro lo escribí hace más de 13 años y muchos de los que lo critican, no han leído después la crítica que yo hice de mí mismo. Cuando yo hablaba del problema de la “concientización” (palabra que dejé de usar por 1972 y de la que luego hice una buena crítica), la impresión que tengo al leerlo hoy es que el proceso de profundización de la toma de conciencia aparecía muchas veces de manera subjetiva; por supuesto, también por causas históricas y sociales (hay circunstancias en que uno es criticado por personas que no comprendieron históricamente el tiempo del criticado). Era como que entonces yo pensaba que la percepción crítica de la realidad, que su lectura crítica, ya significaba su transformación. Y esto era idealismo. Pero, afortunadamente, como no morí, pude atravesar estos caminos y traspasarlos, superándolos.
Una otra virtud que me gustaría plantear a ustedes es no sólo comprender sino cómo vivir la tensión entre el aquí y el ahora del educador y el aquí y el ahora de los educandos. En la medida en que yo comprendo esta relación entre “mi aquí y el aquí de los de los educandos” es que yo empiezo a descubrir que “mi aquí es el allá de los educandos”, que no hay allá sin aquí, es obvio.
Porque incluso, sólo reconozco un aquí porque hay algo diferente del mismo que es un allá, que me dice que aquí es aquí. Si no hubiera un allá no comprendería donde estoy.
Por ejemplo, si yo estoy en la calle –para estar hay sólo 3 posibilidades fundamentales- o en el medio, donde se corre el riesgo de morir, o de un lado o de otro. Después de estas tres posiciones lo que ustedes tienen son aproximaciones. Si yo estoy en este lado de acá y percibo que el otro está en el otro lado, yo tengo que atravesar la calle sino no llego. Creo que hasta el fin de este siglo la solución será la misma. Es por esta razón que nadie llega allá partiendo de allá.
Este es un tema muy olvidado por los educadores-políticos y por políticos educadores. Hay que respetar la comprensión del mundo, la comprensión de la sociedad, la sabiduría popular. Hay que respetar el sentido común, en nombre de la exactitud científica que los educadores juzgan poseer (porque a veces solamente juzgan), en nombre de esta sabiduría hecha de caminos rigurosos, en nombre de que las masas populares necesitan de esta sabiduría que nosotros ya tenemos, olvidamos negligentemente, minimizamos, desconocemos la percepción que los grupos populares están teniendo de su concretud, de su cotidianeidad, de su mundo; la visión que tienen de la sociedad. Esta postura mía es criticada por algunos estudiosos en Brasil. Pero yo subrayo: leer es una cosa muy difícil y muy responsable. Y hay que tener mucho cuidado de que al leer un texto, prohibirse estar leyendo no el texto que el autor escribió sino el texto que al lector le gustaría haber escrito.
Hay quienes dicen en Brasil que “las tesis de Freire implican que el educador debe quedar al nivel de sabiduría popular de los educandos”. No, yo creo que hay una diferencia semántica muy grande entre “quedar” y “partir”. Yo hablo de partir de los niveles en que se encuentran los educandos. Esto es, alcanzar el aquí pasar por el allá, que es el aquí de los grupos populares. Allí existe una tensión grande. Por otra parte, esta virtud se prolonga a una otra que es cómo rehusar caer en posturas espotaneístas sin caer en posturas manipuladoras. Hay quienes piensan ingenuamente, que el contrario positivo de la manipulación es el espontaneísmo como hay quienes piensan que el contrario positivo del espontaneísmo es la manipulación. No, yo rechazo los dos, porque uno no es el contrario positivo del otro. El contrario positivo de los dos es la posición sustancialmente democrática, radicalmente democrática. Y no hay que tener miedo de esta palabra.
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