lunes, 6 de abril de 2009

“De las virtudes del educador” - 1ª Parte


por Pablo Freire

Esta nueva sección tiene por objetivo ayudar a los docentes del C.F.P. Nº 402 de Moreno a recordar que la tarea que nos ha tocado llevar adelante es mucho más que cumplir con un horario y cobrar a fin de mes. La lectura de aquellos que han marcado un camino en la educación de los más necesitados tiende a darnos esa fuerza de espírirtu que muchas veces la burocracia nos hace perder. Hoy comenzaremos con Paulo Freire e iremos agregando a otros y otras que nos permitan "seguir andando". ¡Ah! pueden acercarnos autores que consideren interesantes!


El viernes 21 de junio de 1985 se presentó en el Centro Cultural General San Martín, el educador brasileño Paulo Freire. Durante su conferencia, el Profesor Freire –quien hacía 12 años no visitaba Argentina- recordó que fue en este país que un alumno le formuló la pregunta fundamental “¿Qué es preguntar?”.

Como educador, y como político, hay un tema que me preocupa mucho a nivel práctico-teórico: es la reflexión crítica sobre las virtudes del educador. No como virtudes con las cuales uno nace, ni como un regalo que uno recibe, sino por el contrario como una cierta forma de ser, de encarar, comprender y comportarse, que uno crea a través de la práctica política, en búsqueda de la transformación de la sociedad.

Esta virtud no es una calidad abstracta que existe antes. Es algo que yo creo y porque creo conozco; creo con los otros y no sólo individualmente. Estas virtudes no son virtudes de cualquier educador o educadora sino de los educadores y educadoras que estén comprometidos con un sueño político por la transformación de la sociedad, en el sentido de CREARSE socialmente, históricamente, para marchar hacia una sociedad más justa.

Yo voy a plantear la primera virtud o calidad que me gustaría subrayar: es la virtud no muy fácil de ser creada de la coherencia, de la coherencia entre el discurso que habla de la opción, que anuncia la opción y de la práctica que debería estar al servicio del discurso, confirmándolo. Es la virtud según la cual necesitamos disminuir la distancia entre el discurso y la práctica.

Toda vez que yo me refiero a esta virtud en el plano político, digo que es preciso disminuir la distancia entre el discurso del candidato y la práctica del elegido. De tal manera que en un momento la práctica sea también discurso y el discurso sea práctica.

Obviamente que en esta búsqueda de la coherencia –a mi juicio sería imposible alcanzar jamás la coherencia absoluta y en segundo lugar sería fastidioso-. Imaginen ustedes que uno viviera de tal manera una coherencia que no tuviera posibilidad de comprender y saber lo que es coherente, porque sólo es coherente. Pero si bien yo necesito ser incoherente para tornarme coherente hay, sin embargo, también un límite para la incoherencia. Por ejemplo, yo no puedo en mi criterio proclamar mi opción por una sociedad participativa, en que al final las clases trabajadoras asumen la HISTORIA, la toman en sus manos y al mismo tiempo preguntar a un alumno que me interroga criticándome, si el sabe quién soy yo. No es posible hacer un discurso sobre la liberación y al mismo tiempo revelar en mi comportamiento, una profunda descreencia en las masas populares. No es posible hablar de participación democrática y cuando las masas llegan a la plaza y pretenden hablar decir “llegó el pueblo y va a echar a perder la democracia”.

Por esta razón es que a mí me parece que la virtud y la calidad de la coherencia, es la virtud norteadora, es –reafirmando la “Pedagogía del Oprimido”- una virtud generadora de otras virtudes. Ella va desdoblándose y contestando a las demandas que la práctica va poniendo.

continuará...

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